2.17.2010

El gobierno que merecemos. (Continuación del post anterior).



Después de mucho pensar, me he dado cuenta que si la democracia nos queda grande como pueblo, es porque no la merecemos. Aun no tenemos la evolución cultural necesarias para vivir en democracia, pero si para vivir en un autocracia.
A continuación, trataré de definir las características básicas de las autocracias funcionales y su similitud con nuestra historia actual.

Imaginemos que alquilamos una casa, que allí pasaremos cuatro años viviendo, limpiando regularmente, arreglando los desperfectos que puedan perjudicarnos inmediatamente. No nos preocuparemos en pintarla o en reparar la cañería, las goteras del techo la solucionaremos con un balde provisional. No es nuestra casa, los problemas serán de quien la ocupe una vez terminada nuestra estadía.
Este es el tipo de gobierno que tenemos actualmente, la reducción de seis a cuatro años de los períodos presidenciales, solo quitó responsabilidades a quienes están a cargo del manejo del país. Cada gobierno que sube culpa de sus desdichas a los gobiernos precedentes, y al mismo tiempo, toma prestamos internacionales que pagarán los inquilinos futuros.
Muy distinto sería el caso que la casa que habitamos sea nuestra indefinidamente. Ya que cuidaríamos de su manutención, nos preocuparíamos en hacerla funcional a nuestra estadía, y en vez de tapar las goteras con baldes, nos preocuparíamos en reparar el techo.

La historia de Argentina demuestra que mientras más se preocupaban los dirigentes en mantenerse en el poder, más perfeccionaban el sistema interno y el funcionamiento correcto del estado (un claro ejemplo de esto son los gobiernos militares). Hay una marcada preocupación en hacer escuelas, obras de infraestructura, elevar el nivel educacional y el nivel de vida de sus habitantes, y porque no, de controlar los medios de comunicación (formadores de la opinión pública) para que la imagen del gobierno sea siempre positiva. Talvez el ejemplo mas cercano y actual que tenemos de una autocracia regional, sea el caso de San Luís.


Tachados por la prensa nacional como caudillos feudales, Los Rodríguez Saa, han gobernado la provincia directamente desde el retorno de la democracia en 1983 (incluso desde mucho antes, los Rodríguez Saa influyen en la provincia desde 1860). Su gobierno, si bien cumple las normas constitucionales, tiene factores de sobra para parecerse a una autocracia.
En palabras de Alberto: "para gobernar cuarenta años una provincia hay que hacerlo con la familia y los amigos”.
Su sistema de gobierno es similar al de los jeques o califas que mencioné en el anterior post: toman al pueblo bajo su protección brindándoles un mejor nivel de vida, mientras que controlan todo el mercado interno.
El Gobierno de Adolfo Rodríguez Saa se caracterizó por la construcción de numerosas obras públicas, tan así, que fue galardonado por la Organización Mundial de las Naciones como “Gobernador del año” en 1987, año en que una reforma constitucional le permitió ser reelecto indefinidamente.
La ley de promoción industrial que se sancionó durante la presidencia de Alfonsín, permitió que numerosas empresas se instalaran en la provincia cuyana (principalmente en la capital y Villa Mercedes). Las empresas, sorteando los problemas burocráticos y legales (con ayuda de los Saa) se establecieron pagando onerosas sumas, pero también buscando enormes beneficios. La corrupción es un modo de negociar, si ambas partes salen ganando.
También, desde el gobierno, se impulsó el turismo, creando una vasta red de hotelería y servicios de entretenimiento, junto con una estrategia publicitaria a nivel nacional.
El estado comenzó a controlar todo lo que se producía, todo lo que entraba y todo lo que salía, y obtenía dividendos por ello, algunos blanqueados, otros no. Se preocupó en facilitar el comercio de los productos al mismo tiempo que el turismo: creó rutas en perfectas condiciones para el transporte (hoy San Luís cuenta con la red de autopistas más importante del país).
También se dispuso a crear profesionales que sostuvieran la incipiente industria local. Si bien, al Universidad Nacional de San Luís fue inaugurada en 1973, su mayor crecimiento fue durante la gobernación de Adolfo.
En 1988, San Luís, firmó un tratado con las provincias de La Rioja, Mendoza y San Juan, para crear El Nuevo Cuyo (fortaleciendo la integración de la región, mejorando la comunicación y el transporte, promoviendo la oferta de bienes y servicios, y la ejecución de emprendimientos con otros países latinoamericanos)
Gracias al dinero excedente, la provincia se preocupó en disminuir el desempleo creando puestos de trabajo que dependían directamente del gobierno. A través de la coerción y el soborno, controló la mayoría de los medios de comunicación, controlando así la imagen que el pueblo tenía de la administración pública. El pueblo se siente cómodo cuando no tienen carencias y alguien les dice que pensar y que hacer, y hasta en cierta medida, están agradecidos de ello.
Una provincia fuerte y estable, comienza a mostrarse ante el resto de la nación como un pueblo más evolucionado y más “cultural”. Organizó festivales de cine, brindó Internet gratis mediante wi-fi a toda la capital, y porque no, traería las mejores comparsas de Brasil a su tierra.


En 2001, Adolfo deja la gobernación (después de cinco períodos consecutivos) a cargo de su hermano menor Alberto. Formando así un eslabón más en la vasta cadena de mandatos (quince en total) que lleva esta familia en la provincia de San Luis. Alberto fue reelegido en el 2007 con el 85% de los votos.


Todo pueblo tiene, el gobierno que se merece.

J.-

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