3.25.2011

No hay cosa que respete más, que una mujer que rechaza sujetos como yo.

—Después de mucho pensar lo entendí —dije mientras sacaba la grasa de una tira cuadril.
—¿Que cosa?
—Esto, lo que estamos haciendo.
Ella miró sus manos cortando el jamón, aún olían a cebollas.
—Buscamos una excusa para gustarnos —dije después de una pausa dramática—. Todas las mujeres que seduje en la vida, todas las que invité al cine, regalé flores, y envié chocolates; todas se comportaban como reinas dignas de adoración, y yo, simple súdbito, cumplía sus caprichos buscando el favor imperial.  Una sonrisa, un palabra, o un beso; eran el premio a un esfuerzo diario por conquistarlas, por agradarles, por gustarles tanto como a mí me gustaban.
Ella dejó el cuchillo sobre la mesada, me veía con ojos expectantes.  Bella y hermosa, talvez por culpa de la cebolla, sus ojos brillaban como el rocío de la mañana.  A toda mujer le gustan los sinceramientos del sexo opuesto.
—A todas ellas les mentí.  —dije mientras seguía fileteando la carne—. Les mostré algo que yo no era, lo que yo creía que a ellas les gustaba.  No lo que me gustaba a mí.  Y cuando lo lograba, cuando conquistaba la cima del Everest, sentía la misma decepción que siente Clark Kent, cuando Luisa le confiesa estar enamorada de Superman.
—En realidad la metáfora es inútil, Superman es el que se disfraza de Clark Kent.
La miré con cierta irritación.
—No importa.  Lo que quiero decir es que no me preocupa si lo consigo —sus ojos volvieron a brillar—, entendí lo siguiente:  No te estoy cocinando comida árabe, me lo estoy cocinando para mí.  El vino que estamos tomando, es el vino que a mí me gusta.  Y lo que estamos escuchando, es en realidad lo que tengo ganas de escuchar.  Hoy, en esta casa, solo sos una excusa para gustarme a mí mismo.
Ella arrugó un poco la nariz, siempre lo hace cuando no le agradan las cosas que digo.
—No estoy seduciéndote para enamorarte, no estoy siendo alguien que no soy, no me importa si esta noche tenemos sexo.   Porque lo único que pretendía hoy cuando te llamé, era solo disfrutar este momento.  Este preciso momento, en que me siento enamorado y feliz.  Por ello quiero darte las gracias, agradecerte por haber venido, porque soló tú me faltabas.  -Compre la carne la esta mañana, junto al vino que me gusta.  La música, siempre estuvo allí, porque son los discos que siempre escucho.-  Sólo me faltabas vos para completar este momento.  Para justificar esta cena, sólo sos una excusa de esta puesta tan egoísta.  No eres actor de este momento, solo eres el público.  Arriba del escenario hay un hombre que hace lo más le gusta hacer, y con ello es feliz.
Ella levantó la vista, una enorme y hermosa sonrisa se dibujaba en su rostro.
—Confuso... pero siempre sabes que decirle a una chica.
Me llené de orgullo, tenía todo lo que me gusta y quiero.  Reflejarme en unos ojos diáfanos, no como el hombre que soy, sinó como el que pretendo ser.
Ella continuó, con tono solemne: —Has encontrado el mayor de los secretos, has probado la última llave de la seducción, y lo has disfrazado de renuncia.  Has bajado al rey, y lo convertiste en súdbito, y ahora soy yo quien debo pelear por tí.  Porque tú, que acabas de entender las reglas de un juego macabro, ahora lo usas a tu favor.  Soy yo quien ahora debe preocuparse en gustarte, soy yo quien debe ser lo que no soy.  El vino es solo para embrigarme, la música es sugerente, y el hecho de que cocines, solo te sirve como un instrumento para cumplir tu papel, para regular las pausas, como Hamlet utiliza el cráneo de Yorick.  No hiciste más que probar otra llave.  Crees que puedes salir de tu prisión, pero en realidad siempre estás buscando el mismo beso.
» ¿No se te ocurrió pensar que te sientes rey porque yo lo quiero?
Yo la miraba boquiabierto. Y siguió:
—Crees haber entendido las reglas de la seducción, haber descubierto la carta que le gana a todas.  Pero tengo que decirte que no puedes entender las reglas de un juego que fue creado junto con Eva, y llega a mí probado durante miles de años.  ¿Porqué piensas que las mujeres reímos y lloramos?  Simplemente porque así aprendemos a jugar, hasta aprendemos a usar también la risa y el llanto para seducirlos.
» La orgullosa soy yo.  Porque veo que has entendido la prisión que te ata amí y a todas las mujeres que han pasado por tu vida.  Has demostrado que eres el único que puede entender el fatídico destino: de este juego no puedes escapar.  En mis genes están las reglas, y tus genes son las fichas.
Y cerró su declaración con un tierno besos en los labios.
—Te lo has ganado.
Nunca más, hablamos del tema.