3.05.2012

La Mujer que Amo

Escuché una vez que la memoria y los recuerdos tienen un modo muy particular de perdurar en el tiempo.  Ya que la capacidad de la memoria es limitada, los recuerdos buscan fusionarse en en una sola imagen, en una sola persona.
Dicen que allá, por el ocaso de nuestra vida, recordaremos un solo rostro conformado por todas las mujeres que amamos; un solo beso, el más bello de todos, compuesto por todas las bocas besadas; y un sólo amor, por todas las personas que has amado.
Quiero jugar con esta idea.

En este ensayo propongo contarles como es la mujer que amo, la que está compuesta por todos los recuerdos, todas las bocas, todos los ojos.

Creo nunca haber entendido mis sentimientos, hasta ahora.  Mi lucha siempre fue amar a la mujer como ella se merece, como mis padres o la sociedad me habían enseñado.  Pero ahora pienso que el verdadero amor es una acto altruista.  El amor no solo es sexo, y de eso estamos de acuerdo.  Amar al alguien es desearle que sea feliz, sin importar si eres parte de esa felicidad.  A eso me refiero.
Creo haberlo entendido cuando recuerdo cada mujer que conocí en mi vida, cada amante, cada amiga.  Cada una de ellas me enseñó algo, les debo un gracias, y un porqué.
Así que confieso.


LA MUJER QUE AMO.

Amo a todas las mujeres.  Me gustan todas.  Y lo digo en el sentido más puro, más sublime.  Más humano.  Por eso solo pinto mujeres.  Las que conocen mis cuadros, saben que traté de robar su enseñanza y plasmarla en el tiempo, para nunca olvidarme de ellas.  Allí está Perséfone, dudando entre el cielo y el infierno; también la mujer que en sus ojos alberga el infinito; o la diosa que al decir la Palabra más Bella del Mundo, puebla de estrellas la vía láctea.

Amo la mujer sensible que llora sentada en mi sillón, con los ojos en la nada, con su mirada perdida en la linea de un horizonte inexistente.  La amo porque se permite llorar.  Porque se entiende débil.  Porque no le interesa ganar.  Le interesa sentir.

Amo la mujer que dice que me odia, porque no puede decir que me ama.  Histérica, dirán algunos;  infantil, dirán otros.  Solo me busca para herirme, para reírse de mi.  Se que me quiere, y es tímida para decirlo.  Le tiene miedo amor.  ¡¿Que mujer no le tiene miedo al amor?!

Amo la que usa corbata, la que se prueba mis sobreros, la que camina mi casa inquieta, buscando, sacando, tocando... la que gusta de jugar con migo.  Amo la que cuenta sus sentimientos con dibujos de linea, pero se niega a usar colores porque no sabe como enfrentarlos.  La amo cuando pinta paredes con tiza.

Amo la madre soltera, que lleva su vida de malabares.  Demostrándole al mundo lo grandioso que es ser mujer, y la gran responsabilidad que conlleva.  Luchando con monstruos tan grandes, que cualquier hombre huiría.  Y ella está allí, con un amor enorme, haciéndolo cada vez más grande, fortaleciéndose, siendo la Gran Mujer que todo hombre espera y la Gran Madre que siempre fue.

Amo la mujer segura en apariencia, que tiembla cuando imagina el futuro de los años.  Contando las canas, maldiciendo cada nueva arruga.  Ella camina el tiempo con la frente en alto, mirando al mundo con ojos de quinceañera.  Sorprendiéndose en cada nuevo amor.  Sintiéndolo como mariposas en el estómago, como cuando tenía quince años.

Amo la mujer que odia su cuerpo, porque la sociedad le enseñó a odiarlo. Se castiga con dietas paupérrimas y largas torturas en la bicicleta fija.  La amo porque es hermosa.  Porque sonríe cuando la veo... y sin embargo la veo porque irradia luz dorada.  Cuando me abraza, me hace sentir en casa.

Amo la Mujer más Hermosa.  Aquella que mira al mundo desde el calabozo de una torre.  Peinando su cabello con sus dedos, mirando la horda de hombres que tratan de subir la muralla para rescatarla del dragón.  Te digo princesa que ningún hombre va a liberarte de ese encierro.  El dragón no está allí para cuidarte de los hombres, sino para no dejarte salir.  Ese dragón es solo tuyo.  Te amo, y debo haberlo dicho de mil modos.  Quiero que salgas y lo enfrentes, porque cuando lo hagas vas a encontrar la libertad que tanto buscas.  Y porque te amo, quiero que seas libre.

Amo la mujer que baila ante las personas, sin importar el lugar, sin importar las miradas.  Juega con su cuerpo como una niña.  Sonriendo feliz en cada nuevo paso de baile.  Pero más amo la mujer que baila sola en su casa, sensual frente al espejo.  Ella es libre, ella ama su cuerpo.  La amo aunque no me invite a bailar.  Brilla como un sol.

Amo la mujer caprichosa.  No hay nada que me seduzca más.  La amo porque sabe lo que quiere... y... no lo sabe.  Porque me acerca y me rechaza.  La amo porque es un misterio, una sorpresa todos los días... ella es el azar.  Ella convierte cada minuto en magia.

Amo la niña eterna.  La que corre palomas en las plazas.  La que come chupetines de frutilla.  La que se pinta bigotes en Halloween.  La amo porque sabe que lo más bello del camino es distraerse con las flores y buscar conejos blancos en las nubes.  La amo porque es Alicia.  Porque me recuerda lo lindo y bello que es vivir.

Amo la mujer que tiene miedo al amor.  Miedo al compromiso.  Miedo a tener hijos.  La amo porque quiero darle coraje.  Ella no sabe que va a vivir lo más bello de ser mujer: el amor y la familia.

Amo la mujer independiente, la que es más fuerte y segura que yo.  De ella aprendo a no bajar los brazos, a pelear cuando todo parece perdido.  Pero más la amo cuando cae del caballo y se reconoce débil.  Porque puedo ayudarla, curarla y mostrarle todo lo que me enseñó y todo lo que aprendo junto a ella.
Ella combate contra molinos de viento, yo soy su escudero fiel.

Amo a todas las mujeres, lo he dicho.  Amo a mi madre, que me enseñó el valor que debe tener una mujer, la resposabilidad y el sacrificio para serlo.

Amo la mujer rencorosa y vengativa.  La que sufrió a mi lado y hoy quiere verme sufrir.  No quise hacerte daño.  Nunca entendí las reglas del amor.  O quizás, utilizo otras distintas.  Cada beso me fortalece, cada cachetada me enseña.  Siempre vas a recibir amor, es el modo que tengo de devolverte de a poco lo mucho que me has dado.

Amo la mujer desconocida.  La que nunca vino a mi casa, la que nunca me dio su teléfono.  La que nunca me dio bola.  Porque ella me enseñó a mostrarme, a buscarla.  Ella me enseñó a pintar, a tocar la guitarra, a bailar... a expresarme.

Todos los hombres amamos a las mujeres.  Solo que nuestro modo de amar es muy distinto.  Así lo dijo John Gray, como seres de “distintos planetas”, y vendió miles de ejemplares en el mundo.  El amor es difícil porque, muchas veces, está teñido de miedos, inseguridades, prejuicios y sentimientos de posesión.


LA RELACIÓN PLENA:

Un hombre no puede vivir sin una mujer.  Y creánme, una mujer no puede vivir sin un hombre.  Porque ambos fuimos hecho para estar juntos.  Cada sexo tiene lo que al otro le falta y lo complementa.  Pero se tienen que dar una serie de requisitos (o pasos), para que esta relación sea plena: verdad, confianza y libertad.


La verdad (la relación con una misma):

Ser verdadero es ser consecuente entre el adentro y el afuera.  Todo lo que pasa de la piel para adentro, todos nuestros sentimientos, deben expresarse en nuestras relaciones.  Si queremos a alguien tenemos que decírselo; si tenemos ganas de darle un abrazo, se lo damos; si no nos gusta algo, lo decimos.
Para ser verdadero, hay que conocer nuestros sentimientos.  Todos ellos, los buenos y los malos.  Descubriremos que somos contradictorios, complejos y hasta bipolares.  Está bien, todos somos así.  Forma parte de nuestra naturaleza.  Quien se mantenga en sus pensamientos y acciones inmutablemente, es una persona triste.

La mujer ha sido maltratada durante toda la humanidad.  Desde hace siglos, las sociedades machistas, han atacado, humillado y matado todo lo que no conocen, lo que no entienden.  Así son los hombres.  Tienen que plantear divisiones, bandos opuestos.  Esa es su naturaleza.  Y lo que nunca podrán entender; es a la mujer.
Y así, ella se convirtió en virgen o puta, santa o bruja... tonta, histérica, llorona... o Señora del Señor X.
Algunas se lo creyeron y empezaron a odiar ser mujer.  Y comenzaron a trabajar junto a los hombres, competir con ellos, tener una carrera profesional exitosa, y viajar por el mundo... solas.  Y así, se convirtieron en hombres.
La mujer que reniega de ese camino para seguir siendo mujer, va a ver socavada su autoestima por una sociedad elitista, superficial, que se preocupa por la cantidad y no por lo sentimientos.
Es muy difícil ser mujer en esta época.  Pero se puede.

Tienes que jugar con tu niña interior; aceptar las ciclotimia del corazón y de la luna; tienes que dejar de preocuparte por lo que los demás quieren de ti; exige lo que quieras, en el momento que lo quieras.  No importa que los hombres piensen que sos caprichosa, eso nos gusta. Se la mujer que quieras ser.  Exige que te quieran, como sos.
Tienes que llorar, hasta que el alma duela.  Allí verás el dolor cara a cara, y aprenderás de él, eres la única capaz de hacerlo.  Los hombres le escapan al dolor en todas sus formas.
Eres el eslabón que la humanidad mantiene con la naturaleza.  Eres sensible a un mundo inaccesible a los varones.  Tienes la capacidad de dar a luz, y vivir el amor más profundo, el que una madre tiene por sus hijos.

Pero en esta búsqueda interior, el mayor obstáculo que tendrás es la relación con tu padre.  Siempre va a estar allí, porque siempre lo estuvo.  
Proyectarás todo lo que lo deseas en tu pareja, todo lo que has necesitado en tu niñez, se lo demandarás a tu hombre.  La relación que hayan tenidos tus padres, será el referente que tendrás gran parte de tu vida.  No importa el nombre que le haya puesto Freud.  Para mí es una mochila que cada mujer lleva.
Si tuviste un buen padre, buscaras hombres buenos.  Pero ellos nunca serán lo suficiente para tí.  Si tuviste un mal padre, siempre reclamarás a tu hombre por más atención y afecto.
Ningún hombre se puede hacer cargo de lo que no le pertenece.
Solo podemos esperar, comprender, escuchar cientos de veces las mismas historias, hasta que descubras, tu sola, como solucionarlas.  No podemos hacer otra cosa.

La respuesta está en no deberle nada a nadie.  No le debes nada a tu padre, y él no te debe nada a ti.  No importa si lo amas o lo odias.  No lo quieras solamente porque es tu padre, quiérelo por lo que es como persona.  No lo odies por su vida o por lo que haya hecho a tu madre, céntrate solamente en lo que tú aprendiste de él.
Olvida que es tu padre.


La confianza (la relación con tu pareja y el entorno):

La confianza solo puede darse en personas verdaderas.  Una relación plena no está compuesta de “dos medias naranjas”, sino de dos naranjas completas y llenas de jugo dulce.
El hombre necesita de la mujer para justificar su vida.  Sin ella, nada de lo que haría tendría sentido.  La mujer es la razón por la que el hombre crea, pelea, compite y conquista.
Pero los hombres muchas veces no entienden esto porque son demasiado “sociales”.  Les preocupa que piensan sus amigos, su entorno.  Cada mujer que conquistan es un premio para galardonarse, cada beso robado es una línea de cocaína.  La mujer objeto domina las pantallas y las tapas de revista.  La mujer superficial es el objeto de venta del siglo XXI.

El mayor dolor que la mujer se produce es creer que esos preceptos son correctos.  Pensar que la belleza está en el cuerpo, hace que toda la preocupación de ella esté asociada a la mirada externa.  Se olvida que lo más bello que tiene una mujer, es lo que tiene para decir, para hacer, para dar.

El hombre no tiene que proyectar miedos a la mujer.  El hombre que no se sienta seguro de sí mismo (y de lo que tiene para compartir), te pedirá que saques las fotos de tu ex del Facebook, que no uses minifaldas muy cortas, que no tengas amigos varones, que no salgas a bailar con amigas.  Eso no es amor.  No te hagas cargo de su inseguridad.

El hombre necesitado de amor te llamará todos los días, te suplicará, te hará regalos.  Hará un álbum con vuestras fotos, no podrá despegarse de tí.  Pintará cuadros y tocará canciones de los Beatles.  No te confundas, eso tampoco es amor.  Es miedo a sentirse solo.

El hombre que te ama, te ama por lo que eres.  No corta tus alas, no critica tus gustos.  Él quiere que explores, que juegues, que sientas, que bailes, que salgas, que viajes, que vivas, que aprendas... que seas mujer.  El hombre que te ama no busca amor para él, sino que te ames a vos misma.

El hombre tiene que aprender a controlar sus ganas de controlarlo todo.  No podemos ayudar a las mujeres, solo podemos darle un espacio de respeto y atención, para que ellas se encuentren así mismas.  Y seguirlas, como fiel escudero, aunque creas que el camino es erróneo.


La libertad (el desapego):

Que dos personas estén juntas no quiere decir que van a estarlo toda su vida.  Tampoco quiere decir que se amen con locura.  Solo quiere decir que están juntas, solo eso.  Que caminan juntas, aprendiendo la una de la otra para usarlo en sí mismas.  Que encuentran en el otro un reflejo del amor que tienen para dar, y así recibir.  Que tienen un compañero en el camino, que le hará mas bello sus días y más reconfortante las noches.  Un IGUAL.

Pero para entender la libertad, tenemos que entender que es más importante el camino individual, que los mandatos familiares, lo prejuicios sociales e incluso la pareja que tenemos al lado.  Cada uno tiene que seguir su camino y tenerlo claro en cada instante.  No podemos desviar nuestro rumbo por una persona que no va en la dirección que queremos.
Así como ahora estamos juntos, alguna vez vamos a dejar de estarlo.
Y esto es lo que hace tan bello al amor.

El amante posesivo siempre vive con miedo. Teme que alguna vez su amor lo abandone, teme seguir parte del camino solo.  Entonces creará leyes y rituales (muchas veces benditos por Dios), para sentir una garantía del amor recíproco y eterno.  Y cuando se sienta seguro, cuando ya no tenga que pelear por él, lo dejará morir como una flor que nadie riega.  Pero el amante posesivo, va a estar seguro y tranquilo.

Los amantes libres, en cambio, saben que cualquier día puede ser el último.  Entonces lo dan todo, porque ya no tienen miedo.  Llegan a cada esquina, se miran y se prometen amor una cuadra más.  Porque en realidad, el amor se elige todos los días.
Y cuando uno de ellos tenga que irse, se separarán.  Orgullosos el uno del otro, contentos por lo que cada uno aprendió.  


Entonces...

Los amantes verdaderos, se preocupan en seguir y conocer sus sentimientos más profundos.  En tenerlos claro y ser capaces de conocer su propio camino.
La confianza que cada uno tiene en el otro, los hace entender y perdonar lo errores. Es tener un escudero que estará a tu lado, cada vez que tengas que enfrentarte con tus propios monstruos.
Los amantes libres, saben que a veces tienen que separarse, porque hay partes del camino que solo se transitan de a uno.


Conclusión:

Mientras escribo esto, imagino la mujer que amo, aquella conformada por todas mis historias y todos mis recuerdos.
Las mujeres reales, las que lean este texto, se sentirán más o menos identificadas, porque creo que lo que he dicho es común a todas las ellas.

A aquellas con las que he transitado parte del camino, le agradezco lo que me dieron.  Y por eso lo escribo.  Quise amarlas de este modo, con algunos aciertos, pero más aprendí de los errores.
A las que no saben quien suscribe detrás de estas líneas, sepan que solo soy un soñador.  Un idealista que cree que Dios es mujer.


J.-

1 comentario:

Ani dijo...

GRACIAS :)