9.14.2010

Como Hansel y Gretel


Entrando al tercio de siglo, comienzo a creer que hay un camino para cada uno de nosotros.  Un camino donde nos desarrollaremos plenamente.  Es un camino individual, pero no solitario.   Lleno de casualidades, vivencias, aprendizajes y sorpresas.  Comienzo a ver cómo funciona.

Hace meses estaba en un ciclo sin cambios, luchando contra los mismos miedos.  Propios y ajenos.  No estaba siendo yo, no era quien yo me gustaba.  No me amaba y era incapaz de amar a los demás.   No pintaba, no escribía, no sentía.  Escuché una voz que me dijo “basta”.  Traté de defender mi postura racional, mi ciclo en el que me sentía cómodo, pero las señales me demostraron que estaba equivocado.  Una señal, dos señales, tres...  Los que prestan atención a estos avisos, le llaman “eco”, yo prefiero llamarles rimas del destino.

Ver estos mensajes, me llevo a escuchar más mi voz interior.  A tener Fe, más que en mí, en el espíritu del Universo.  Hay algo que tengo que hacer para el Todo, y ese es mi propio regalo.

La voz detrás del espejo me dijo, “Haz lo que siempre has querido hacer.  Yo te voy a ayudar.  No tengas miedo”.  Así lo hice, me ayudó, me guió, me dio muchos amigos y experiencias.  Me enseñó otras culturas y otras creencias.

“Cuando el alumno esté listo, el maestro aparece” dijo por boca de otros.  Yo no estaba listo, aún no lo estoy.  Pero para que me diera cuenta, puso su guía en mi sendero amarillo.  El Maestro me ayudó a entender muchas cosas.  Gracias a él, perdí el miedo a este nuevo camino, que me doy cuenta, siempre se transita solo.

Dijo una vez: “Ríete hasta que te duela la panza, ama hasta que el corazón te reviente el pecho… sufre hasta que duela, sufre hasta que tus lagrimas se conviertan en sangre.  Y así sabrás que estás vivo”.

Cada vez que me pregunto si estoy en el camino correcto, aparece una señal o un indicio, fruto del azar o la providencia, que me dice que me quede tranquilo.  Como migas de pan, sigo las señales sin saber a dónde llevan.  Cada vez me alejo mas de los caminos que transitaba, y eso me da un poco de nostalgia.   No se hacia donde me dirijo, y eso me da un poco de miedo.

No soy quien antes era, ya no puedo curar mis heridas con los mismos ungüentos.  Las cosas que me gustaban, con suerte hoy solo me agradan.  Quien suscribe, cree haber muerto hace tiempo.  El día que cometió su mayor inequidad.

Aún no soy quien pretendo ser.  Aun no estoy listo y no sé cuando lo estaré.  Tampoco sé que tengo que aprender, ni para que lo hago.  Esta persona, mi yo futuro, aún no nació.

Te preguntarás, ocasional lector ¿Quien, desde la inexistencia, escribe estas líneas?...  Me gustaría saberlo.  Quizás sea la mano de Dios o solamente la triste esperanza de vivir.

J.-

2 comentarios:

Corilyn dijo...

este texto me mata. hace falta mucho valor para desprenderse de lo acostumbrado.

JaviSan dijo...

Gracias por pasarte.
Soltar nuestras costumbres, nuestras creencias, soltar todo lo que hemos buscando o nos ha sido impuesto, todo lo que nos da seguridad y confianza, es en realidad un salto de Fe. Es el modo de obligarnos a ser distintos.