8.07.2010

El Gran "¿Porqué?"


Un viejo sabio me dijo, cuando se pasa los 30 empieza una vida espiritual, una búsqueda silenciosa y cotidiana hacia la “eterna pregunta”. ¿Quieres comenzar?  Reflexiona un poco sobre esto: “Lo único que le da sentido a la vida, es la muerte”.

Un día, que pudo ser cualquiera, se juntaron el Fuego, el Aire y el Agua.  Ellos no lo sabían pero aquella noche se acercaron un poco más a la respuesta del Gran “¿Porqué?”.  Y llegaron a una serie de conclusiones, que afinarían un poco más la brújula de sus vidas.


¿Qué son los sueños?

A veces nos preguntamos de qué están hechos los sueños, y del modo más infantil deducimos que para fabricar un “sueño” necesitamos una serie de elementos indispensables. Al igual que una torta necesita harina y huevos, para hacer un “sueño” es fundamental tener “experiencias”, ya que al dormir la memoria a corto plazo (la que registra los hechos del día) se convierte en recuerdos más o menos constantes (llamada memoria a largo plazo).  Mientras este proceso ocurre, intervienen una serie de elementos que le otorgan una narrativa peculiar.  Además, nuestros deseos y nuestros miedos más inconscientes, comienzan a darle sabor y color a nuestro sueño.   Así logramos tener un sueño perfecto.
Creemos que los sueños son el reflejo de nuestra alma, pero pensar que solo tenemos un alma es sencillo.  Suponer que al igual que el coloso de Rodas, mantenemos un pie en cada mundo, es igual de ingenuo.
Nuestro sueño no es en realidad el espejo en que se refleja nuestra alma, sino más bien son dos almas muy distintas.
La primer diferencia entre estos dos mundos, entre el mundo real y el mundo onírico, es que el tiempo como lo percibimos desaparece.  Así como en el mundo real el presente no existe y todo lo sucedido es pasado (hasta la mínima fracción de tiempo, se convierte en pasado al ser medida), en los sueños sucede todo lo contrario: todos los recuerdos, los del último día y los de nuestra más remota niñez, se fusionan para hacer un único presente.
Otra diferencia es que las reglas que gobiernan cada mundo son muy distintas.  Mientras que en este, la Ley de Gravedad sigue dando sentido a juegos como el balero; cuando sueñas, puedes volar por los aires, conocer cientos de lugares sin cansarte, seducir a las mujeres más bellas que nunca conozcas.
La pregunta, mi querido Freud, no es “¿porqué soñamos?”, sino “¿Qué somos cuando soñamos?”.  Somos una misma persona dividida en dos.  Uno que vive de día en el mundo real, rodeado por hombres, respirando el aire y tocando la tierra.  Y uno que vive de noche en el mundo de los sueños, sin reglas, solo y curioso.
El primero se ocupa de conocer el mundo, de hablar con la gente, comer donas por la mañana, de llenar esa enorme olla con cientos de recuerdos cotidianos.
Y el otro ser, el más tímido, toma esos recuerdos y como si fueran ladrillos construye un mundo propio, paralelo al nuestro, con hombres, edificios y donas, pero mucho mejor, porque él es el Dios de su mundo.
Somos dos almas que viven por turnos.
Cuando el alma diurna se duerme, el alma nocturna cobra vida y crece, y juega, y vive, porque sabe que sólo tiene un par de horas para jugar.  Para ser feliz.
Pero esta alma, aunque tímida e infantil, nunca duerme.
Durante el día se oculta detrás del hombre, mira y observa el mundo desde la protección que le da la razón.  Habla muy pocas veces, susurrándonos desde el fondo y por lo bajo lo lindo que es jugar y lo fácil que es ser feliz.
Miremos al espejo y allí está…
Somos un alma al servicio de la otra, la verdadera, la que es Dios.


¿Qué es la muerte?

La muerte es lo único que le da sentido a la vida, dijo aquel sabio.  Vivimos para tener “experiencias” y poder construir nuestro sueño eterno.
El cielo no es como lo pintan, no es un oasis celestial con setenta y dos vírgenes de ojos rasgados, mucho menos tiene un portón de oro en el que un tribunal celestial juzgará tu vida.
En realidad, hay un cielo para cada uno de nosotros, un cielo que tiene solo las cosas que nosotros queremos y las cosas que quisimos y no tuvimos.  Y ese cielo tiene a todas las personas que amamos, clones de personas que están en sus propios cielos.  Especie de dobles perfectos y eternos en el momento más bello de sus vidas, tal como los recordamos.  Y es tan bueno esto de los dobles, que no es necesario que estén muertos.  También en el Cielo, hay dobles de personas vivas.
El cielo es como estar soñando con algo lindo, y tendrá todo lo que deseas.  Del mismo modo que el sueño nocturno, refleja las vivencias del día; el sueño eterno, revive los recuerdos de la vida.
Mi cielo tendrá universidades de mármol donde Aristóteles compartirá clases con Nietzsche.  Donde tomaré clases de “esfumado” con Leonardo Da Vinci.  Habrá cientos de jardines con todas las flores del mundo, donde reposaran hermosas parejas haciendo el amor todos los días.  Donde todas las noches una comparsa de malabaristas harán un carnaval en la avenida principal.  Allí bailarán Marilyn Monroe y Jane Fonda, la música de John Lennon.  Donde Shakespeare comprará los libros de Borges, y Borges pintará los cuadros de Dalí.  Allí también estará la mujer que amo, esperándome todas las noches en nuestra casa, vestida de blanco, hamacándose en el hall de entrada, con una gran sonrisa y una jarra de limonada fresca.


¿Existe el infierno?

Por supuesto.  Como existen los sueños lindos, también existen los sueños feos.  Los ladrillos que construyen las pesadillas son los mismos que construyen el infierno.  El dolor, la angustia, los miedos y especialmente la culpa.


Entonces… ¿Para qué estamos en este mundo?

Vivimos, existimos solamente para sentir.  Para juntar todos los recuerdos y vivencias con que construimos nuestro cielo.  Aquel mundo, el que he mal llamado “onírico”, necesita también de este, el que llamamos “real”.  La mayor ventaja que tengo cuando estoy despierto, es mi propio cuerpo.  Con él puedo viajar, sentir, bailar, reír, nadar, correr, tomar el sol de la tarde, emborracharme, besar y hacer el amor.  Este cuerpo me llena de sensaciones todo el tiempo, y con mi vida, construyo mi cielo.
Pero la mayor de las obligaciones que tenemos con la vida, es ser felices.  Estamos rodeados de muchos problemas, de muchos miedos que ni siquiera son nuestros.   Tenemos miedo a la devaluación, al cambio climático mundial, a la falta de trabajo, a la enfermedad, a la vejez y en mayor medida le tenemos un miedo horrendo a la muerte.
Recordemos que solo estamos vivos para morirnos un día.  No hay nada que podamos hacer para evitarlo.  Todos nos vamos a morir.
Pregúntate todos días si eres feliz.  Y si no lo eres, sal y busca la felicidad.  Hazle caso a esa alma curiosa y tímida que vive detrás de tus ojos, y que juega con ser Dios todas las noches.  Ella te susurra todos los días y te dice cual es el camino que te corresponde, en el que te vas a desarrollar plenamente.  En ese camino serás dichoso y estarás colmado de amor y felicidad; y un día, el último de tus días, se te premiará con el mayor de los regalos, el más hermoso que pudiéramos tener, el más hermoso que puedas imaginar.
Disfrutemos de esta oportunidad que tenemos, de construir nuestro cielo un poquito todos los días.

La muerte, es lo único que le da sentido a la vida.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene muchos sentido dile al viejo sabio, ser feliz es ser libre, la libertad da felicidad en vida y esta dentro de nuestra mente y en muerte otra historia sera, con un cielo de felicidad o un infierno de culpas, depende de nosotros, en vida. Y de los sueños... anoche vi INCEPTION de Nolan, genial, maravillosa, sobre los sueños, dile al viejo sabio que la vea.
saludos Javi
jc.

JaviSan dijo...

Jajaja... ya la vió, y le pareción igual de bella. Paradojicamente lo había escrito antes. Gracias por tus comentarios y por tu visita. J.-